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jueves, 17 de julio de 2014

LA MILI DE MI ABUELO EN LA GUERRA DE MARRUECOS

La palabra historia se utiliza tanto para hablar del pasado como para referirse a su reconstrucción y a su interpretación. En los centros de enseñanza, la historia se reduce a un mero estudio de los acontecimientos más relevantes del pasado y al estudio de las grandes personalidades históricas y los hechos que protagonizaron. Pero hay una historia paralela a los grandes acontecimientos de un país, cuyo protagonista anónimo, pero numeroso, padece las consecuencias de los avatares históricos. Se trata de historias locales, no siempre justamente valoradas, que en la mayoría de los casos carecen de grandes acontecimientos, de grandes alardes, de fastuosos decorados, pero no por ello dejan de ser importantes.  

Nuestra localidad y sus gentes no han jugado un papel determinante en la historia regional ni nacional, no ha decidido el destino colectivo de España. En general, carece de hechos históricos que sobrepasen los márgenes locales, pero no por ello dejan de ser interesantes. Son acontecimientos que han marcado el desarrollo histórico de nuestro pueblo y sus vecinos, dando a ambos unas características propias. Por sencilla y modesta que parezca nuestra historia local, la hemos de tener siempre presente, pues es el legado que nuestros antepasados nos han ido dejando año tras año. Así, es a este nivel donde podemos ubicar las historias de las gentes de nuestra localidad, se trata de historias en minúsculas, pequeños relatos que pertenecen a la memoria o al recuerdo de nuestros antepasados, lo que le hace ser una historia más próxima y emotiva, una historia que a nosotros nos interesa conocer y hacer que perdure en el tiempo.

Por ello, el objetivo de este artículo es dar a conocer una historia de un vecino de nuestra localidad, que, a pesar de pertenecer a esa masa anónima, como otros tantos, le tocó vivir tiempos difíciles. Quien pretenda hacerse una idea corriente del tiempo histórico ha de prestar atención a las arrugas de una anciano, de nuestros mayores, que son las líneas en las que está escrita su historia, su vida pasada, la de su familia. Esa persona al que me estoy refiriendo es mi abuelo, al que no llegue a conocer en vida, siendo mi padre quien me contó numerosas historias acerca de él. Una de esas historias es de cómo estuvo en la guerra de Marruecos haciendo el servicio  militar. 

La guerra de Marruecos fue un auténtico cáncer de la vida política española entre 1906 y 1927. Su origen está en la Conferencia de Algeciras (1906): las disputas entre las grandes potencias por el Protectorado de Marruecos provocaron la concesión de la parte septentrional de éste, el Rif, a España. El Rif era una zona pobre poblada por tribus belicosas llamadas kabilas, que constantemente amenazaban los puertos de Ceuta y Melilla. El gobierno de Maura y el ejército español se plantearon la conquista de El Rif como una cuestión de honor y prestigio nacional que permitiera olvidar a la opinión pública el desastre del 98 (pérdida de Cuba y las últimas posesiones españolas en el Pacífico). Además existían ciertos intereses económicos en la zona (minas de hierro, inversiones en ferrocarril, obras públicas…). Sin embargo, la cuestión de Marruecos se convirtió en un terrible problema pues lejos de una victoria fácil se convirtió en una larga pesadilla por la resistencia de los rifeños dirigidos por un líder muy hábil: Abd-el-Krim.  

La Guerra de Marruecos dividió a la sociedad española, para quien la guerra era ya impopular por el continuo envío de tropas de reemplazo y reservistas. Por un lado, los políticos se dividieron entre aquéllos que apoyaban la conquista de Marruecos y los que preferían su abandono. Los continuos ataques de los rifeños obligaron a mantener una fuerte presencia militar española, que se intensificó a partir de 1909, cuando en unas operaciones destinadas a asegurar las plazas de Melilla, las tropas españolas fueron derrotadas en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas  bajas. Se decidió incrementar entonces el número de soldados españoles en el Rif para evitar la caída de Melilla.

A mi abuelo, al igual que otros vecinos de nuestra localidad, le tocó hacer su servicio militar en la Guerra de Marruecos. Con 21 años ingreso en Caja en la zona de reclutamiento de Toledo en el reemplazo de 1908. En su hoja de servicio se detalla su labor en el Ejército a lo largo de los doce años en los que estuvo en el ejército. En 1908 queda filiado para servir en clase de soldado por el tiempo de doce años, ingresando como soldado en el Regimiento de Cazadores de Lusitania 12º de Caballería, según el número obtenido en el sorteo. Desde su incorporación al cuerpo permaneció de servicio ordinario en el Campamento de Carabanchel hasta que el 21 de julio fue destinado a las operaciones de guerra en Melilla, donde prestaría el servicio de conducir convoyes, participando en los combates  sostenidos en la toma de Oit Ariza y Barranco del Lobo estribaciones de Gurrugu. Desde el 28 de julio al 19 de septiembre siguió conduciendo convoyes, el 20 asistió a la toma de Jatel y Jaurit, el 2, el 26 a la toma de Nador, el 27 a la toma de la Algazaba de Tetuán, el 29 asistió al combate sobre el Juso… Estas y otras son las campañas en las que participo en Melilla hasta que el 17 de enero de 1910 embarcó para la península, llegando al Campamento de Carabanchel el 2 de febrero.

Marchó con el Regimiento al Real Sitio de Aranjuez. Por Real Orden de 9 de febrero le fue concedida la cruz de plata del Honor Militar con distintivo rojo por su participación en el combate de Hidum. Por Real Orden de 17 de febrero se le concede la cruz de plata con distintivo rojo por su participación en las operaciones de la Algazaba de Tetuán; y el 18 de junio le fue concedida otra cruz de plata del Honor militar por la conducción de carruajes desde Melilla a las posiciones avanzadas desde el 15 de agosto al 20 de septiembre de 1909. Por Real Orden de 22 de junio le fue concedida la cruz de plata del Honor Militar con distintivo rojo  por su participación en el combate en las inmediaciones de Nador.

El 20 de octubre marcho con su Regimiento a El Pardo, donde el día 29 se le concedió la pensión mensual de siete pesetas y cincuenta céntimos por la agrupación de cuatro cruces del Honor Militar con distintivo rojo. En El Pardo permaneció hasta el 21 de agosto de 1911 que pasó al Hospital de Carabanchel donde permaneció hasta el 9 de octubre. El 10 regresó a Madridejos con permiso ilimitado por enfermo, incorporándose al cuerpo el 10 de diciembre en El Pardo donde de servicio ordinario permaneció hasta el 9 de enero de 1912.


De nuevo, el 10 de enero de dicho año, con el resto del Regimiento, marchó a Melilla donde prestaría servicio en la vigilancia de la carretera y conducción de carruajes entre Nador y Tetuán hasta finales de febrero, que en uso de licencia ilimitada, partió para Madridejos en cuya situación permaneció hasta finales de marzo. Así, tras haber cumplido los tres años de servicio activo en el ejército pasó a la situación de 1ª Reserva.  El 1 de abril de 1915 le concedieron el pase a la situación de segunda reserva, concediéndole la licencia absoluta tras haber cumplido su compromiso con el Ejército  el 1 de agosto de 1920.


Esta fue la mili de mi abuelo. Y ustedes se preguntaran quién era tal soldado, pues era Sebastián Tendero Escalona, hijo de Ramón y de Venancia, al que los más mayores de Madridejos recordaran como el tío Isaías, que fue pregonero del pueblo y después municipal.


Esta y otras historias de mi abuelo es la que de niño nos contaba mi padre a mi hermana y a mí.  Ahora, pasada la barrera de los 80, mi padre de vez en cuando las vuelve a rememorar, pero esta vez contándosela también a sus a sus nietos.








Julio Tendero Rosell