jueves, 15 de octubre de 2015

LA EPIDEMIA DE CÓLERA EN 1855 EN MADRIDEJOS

Como en otras poblaciones de  España y de la provincia de Toledo, Madridejos se vio afectado por la aparición de varias crisis epidémicas. La peste hasta finales del siglo XVII; las viruelas y la fiebre amarilla en el XVIII; y el cólera en el XIX.   El cólera es una enfermedad endémica del norte de la península del Indostán, llegará a Europa a partir de 1830. Después de haber asolado Rusia (1830), Europa Central (1831) y Francia (1832), llegaría a España en 1833. En nuestro país hubo varias epidemias de cólera. Algunos autores hablan de 7, aunque la mayoría proponen cuatro. Aunque se desconoce el número de víctimas que provocó esta epidemia en España, pues no se realizó una Estadística Oficial, podemos tomar  las siguientes cifras aproximativas: en la primera oleada, entre los años 1833 y 1835, se produjeron 300.000 muertos; en la segunda, de 1853 a 1855, 236.740 muertos; en la tercera epidemia en 1865, 120.000; y la cuarta, en 1885, causó 120.245 muertos. Con estas cifras, en la historia de las enfermedades, el cólera ocupa un lugar destacado entre las catastróficas.

Pero, qué es el cólera. Se trata de una enfermedad infecciosa que se caracteriza por un cuadro clínico de vómitos, diarreas acuosas y copiosas (30-40 deposiciones diarias), a los que seguían calambres por el cuerpo, postración y supresión de orina. Eran esas diarreas  abundantes, acompañadas de vómitos, la que llevaban a rápidamente a la deshidratación  (con la pérdida de 6 a 7 litros) y muerte de los enfermos. Su origen se halla en el vacilo vírgula, vibrio comma, descubierto por el bacteriólogo alemán Robert Koch en 1883, que se trasmite por conducto digestivo al ingerir agua, bebidas o alimentos contaminados por heces infectadas por el cólera, por manos sucias o material infectado.

La mayor preocupación de los contemporáneos a la enfermedad, tanto médicos como de todos los sectores sociales, fue el poco tiempo que transcurría entre los primeros síntomas y la muerte del enfermo. Muchos de ellos morían el mismo día que se les había dictaminado la enfermedad. El cólera causó una enorme frustración en una época en la que se desconocía las causas por las que era motivada.  Desde que el cólera apareció en Europa, hasta que Robert Koch descubriera la bacteria causante de la enfermedad, paso medio siglo. Mientras los médicos no podían hacer otra cosa que dar palos de ciego, aplicando remedios de otras enfermedades epidémicas. Cuantas recetas ideaban, resultaban ineficaces. De ahí, el miedo causado por la epidemia en el seno de la población.

Una vez dichas estas generalidades sobre el cólera, el objetivo de este breve artículo es centrarnos en la epidemia de cólera de 1855 en Madridejos, que fue la más importante de las tres que asolaron nuestra localidad en el siglo XIX por sus efectos nefastos sobre la población.
    
En todo trabajo sobre el cólera o cualquier otro tipo de epidemia, un punto importante es su estudio cuantitativo, cuyo objetivo es realizar un recuento de la mortalidad atribuible al cólera, como es este caso. A falta de una estadística oficial sobre cuántos enfermaron y cuántos murieron, cuántos hombres y cuántas mujeres, tantos niños y tantos abuelos, tantos ricos y tantos pobres… se ha recurrido a un análisis de los registros sacramentales de defunción de las dos parroquias existentes en el siglo XIX en nuestra localidad.

En todo 1855 se produjeron 441 defunciones. Un número muy elevado si lo comparamos con la de los años previos y posteriores,  vemos que en 1853 y 1854 el número total defunciones fue de 238 y 200 respectivamente; y en 1856 y 1857, 210  para el primer año y 284 para el segundo, unas cifras bastante más bajas a las de 1855. ¿Qué nos hace pensar que el aumento de la mortalidad en 1855 es atribuible a la presencia del cólera? Sobre todo el que la mayor mortalidad se produce en los meses de verano. Lo propio de una epidemia es atacar a muchos en poco tiempo, en el caso del cólera de dos a tres meses como mucho, coincidiendo con el verano, entre junio y agosto, cuando el vibrión colérico encuentra las mejores condiciones ambientales para su desarrollo. La epidemia entra en fase de recesión en los últimos días de agosto, consolidándose la recesión en el mes de septiembre, por regla general.

En Madridejos, la epidemia causo los mayores estragos en el mes de agosto. Según los datos extraídos de los Libros de Defunciones del Archivo Parroquial, de las 244 defunciones registradas en este mes, 102 lo están en la parroquia del Salvador y 142, en la de Santa María. Comparadas con  el número total de óbitos de 1855, que fue de 441, vemos que en este mes se dio el 55,3% del total. Y es este porcentaje, tan elevado, el que nos hace pensar que el cólera  fue la causa decisiva de la sobremortalidad acaecida durante 1855.  La media de defunciones por día era de 3 a 5 defunciones. Y días que esta cifra es superaba con creces: el día 6, en la parroquia de Santa María hay registradas 14 defunciones, todas ellas mujeres; el día 7, 4 mujeres y 3 hombres, y el día 8, por poner otro ejemplo, 2 mujeres y 3 hombres, a los que habría que sumar otras 5 mujeres y 3 hombres registrados en la parroquia del Salvador.

Este número de fallecidos debió de ser demoledor, causando un colapso en la vida de nuestra localidad. No es de extrañar que el propio párroco de Santa María, el 2 de agosto, escriba la siguiente reseña “desde aquí no se han hecho oficios”, ante la avalancha de difuntos y la necesidad de darles sepultura lo antes posible. Razón por la cual dejaran de hacerse las misas individuales cantadas de réquiem, optando por las misas de difuntos colectiva.

No podemos afirmar que todas estas muertes fueran producidas por el cólera. Entre otras cosas, y la razón fundamental, porque en los libros de defunciones no se recoge la causa del fallecimiento. Hasta 1859 no se empiezan a anotar en los Libros de Defunciones las causas de las muertes de los párvulos, y habrá que esperar hasta 1868 para encontrar las causas de la mortalidad en los adultos. No obstante, podemos darnos una idea de lo letal que fue la epidemia por los datos que se recogen en la Gaceta de Madrid del 17 de agosto de 1855, que habla de 55 personas invadidas por el cólera y 19 muertos causados por la enfermedad en tan solo 5 días, desde el día 10 de agosto hasta el 15. De todas las localidades citadas en dicha fuente, Madridejos es la segunda localidad en número de muertos, tras Santa Cruz de la Zarza, con 28 defunciones, en el mismo período de tiempo.

Atendiendo a estas cifras, los invadidos por el cólera debieron ser numerosos y lo que es más grave, muchos de ellos tuvieron un desenlace fatal: la muerte. Debió ser rara la casa que teniendo un invadido, no propagara  el mal a los demás. Probablemente cuando había un atacado en una familia, como toda se hallaba en contacto con las materias vomitadas y depuestas por los enfermos, otros de sus miembros contraerían la enfermedad.

Además de la elevada la mortandad que provoca el cólera, otra característica de esta epidemia es que no ataca de manera igualitaria a todos los grupos sociales. A pesar de que afectó a todos las clases sociales acentuó su mortalidad en las económicamente más deprimidas, donde encontraba favorables predisposiciones (alimentación precaria, casas insalubres, etc.). Los pobres fueron doblemente perjudicados por la epidemia, primero, por su predisposición a contraer la enfermedad y, segundo, por su falta de medios económicos para atender a su curación. En el mes de agosto, aparecen registrados en los libros de defunciones de Santa María  32 pobres, de los cuales 6 eran hombres y 26 mujeres. En la parroquia del Salvador no hay registrado ningún fallecido catalogado como pobre. No hay que olvidar que en este siglo la mayor parte de la población de nuestra localidad, al igual que el resto de España, pertenecían a las clases bajas (jornaleros, labradores, hortelanos, pastores, artesanos…), con precarias condiciones de vida, mal alimentados, donde la falta de higiene y limpieza, precariedad, hacinamiento y condiciones insalubres de las viviendas… les convertían en posibles focos de infección de cualquier enfermedad.

Pero, el cólera aún discrimina más. Aparte la distinción ricos-pobres, aparece la dicotomía hombre-mujer, pues la enfermedad afectó más a las mujeres, hasta el punto de que el número de defunciones femeninas sobrepasa con mucho el de los varones. El número total de defunciones de mujeres en el mes de agosto de 1855 fue de 97, frente a 47 varones, es decir, el 67,3% de los fallecimientos registrados entre las dos parroquias corresponde a mujeres, frete al 32,7% que los son de hombres. ¿Por qué la mujeres fueron más atacadas por el cólera que los hombres? La explicación  pudiera estar en el trabajo de éstas, más relacionado con las tareas de limpieza, y por el frecuente contacto que mantienen con el agua, elemento propenso a difundir el vibrión colérico.  Además, las mujeres han sido las que tradicionalmente atendían a los enfermos. Así, la sobremortalidad femenina se puede deber a que las mujeres eran las que más cuidaban a los familiares afectados por el cólera, y también por ser las que más tocaban y lavaban las prendas afectadas por el bacilo. Por lo tanto, las posibilidades de contagio son mayores en las mujeres que en los hombres.

Por grupos de edades, donde más fallecimientos se produjeron fueron en los de más de 60 años y en el grupo comprendido entre 41 a 60 años, con 47 y 38 defunciones respectivamente, y en los de menores de un año, con 27 y en el grupo de 1 a 6 años con 62 defunciones. Se confirma así lo demostrado en los estudios sobre el cólera consultados: esta enfermedad ataca a las personas que se encuentran en las edades extremas. Queda patente el efecto selectivo del cólera sobre los grupos de corta y avanzada edad, que menos resistencia biológica pueden oponer a la enfermedad. Por el contrario, el grupo de edad mejor parado es el de 21 a 25 años, con 4 defunciones. En todos los grupos la mortalidad femenina fue mayor     que la masculina. La diferencia entre sexos se produjo en el grupo de mayores de 60 años, con 39 defunciones de mujeres frente a las 8 de hombres. Esto no quiere decir que todas las muertes fueran provocadas por el cólera; pues, como se ha dicho anteriormente, en los libros de defunciones no se anotaba aún la causa de la muerte. No obstante, agosto es el mes en el que la enfermedad atacaba con mayor virulencia, causando un mayor número de defunciones, lo que hace pensar que gran número de estos fallecimientos debieron ser provocados por el cólera.

No cabe duda, viendo todos estos datos, que el cólera provocaría miedo, temor e, incluso, pánico debido a la capacidad de contagio y, sobre todo, por sus efectos mortíferos. Los informes médicos sobre el cólera, insistían como norma preventiva en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de las clases populares, así como en la erradicación de los focos de insalubridad que existieran en pueblos y ciudades. En Toledo, el temor originado por la invasión del cólera, llevo a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas a la publicación de las causas, prevención y remedios contra la enfermedad. Existen varios textos al respecto publicados en el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo y en el Boletín Oficial de la Provincia de Toledo. En ellos, tanto el Gobierno Civil como la Diputación a fin de atajar la epidemia y evitar su contagio por los distintos pueblos de la provincia recomendaba, por un lado, que mantuviesen en perfecto estado las aguas de las poblaciones: limpiar los depósitos de aguas y mantener las aguas potables en las condiciones sanitarias más adecuadas… Esta preocupación por el buen estado de las aguas se debe a que éstas eran el principal agente de trasmisión  del cólera cuando están infectadas: por su contacto con el agua, sobre todo en las fuentes y los lavaderos públicos caso de lavanderas, criadas, amas de casa…, o por consumo de productos regados con aguas contaminadas en el caso de productos de huerta. Por otro lado, recomendaban que mantuviesen en perfecto estado higiénico las vías públicas, no tirar aguas sucias a las calles, suprimir los estercoleros dentro de las poblaciones, limpiar de animales muertos las calles y corrales, conveniente vertido de basuras, control de la matanza de animales para su consumo y de sus despojos…  máxime cuando el calor se aproximaba y con él, las propias calles se podían convertir en focos de infección.

Pero para un estudio local del cólera como es este, lo que verdaderamente resultan útiles son los libros de sesiones del Ayuntamiento que son los que contienen las medidas tomadas por las autoridades locales frente al brote epidemiológico. No en vano, eran los propios ayuntamientos quienes creaban, mantenían y cuidaban de sus estructuras sanitarias. Es en este punto donde encontramos un obstáculo insalvable; pues, con la pérdida de los documentos del Archivo Municipal por los incendios sufridos en el siglo pasado, nos es imposible conocer las medidas y cuidados que las autoridades municipales pusieron para librar al pueblo de la epidemia.

A pesar de ello, tenemos notica de un suceso que se produjo en nuestra localidad cuando ésta fue invadida por el cólera. Debido a la difícil situación en que se encontraba Madridejos y su población por la extensión del cólera en 1855, la Corporación municipal, junto con la Juntas de Beneficiencia, de salubridad pública y los mayores contribuyentes, acordaron, entre otras medidas para atenuar los efectos de la epidemia y reducir el número de sus víctimas, solicitar de la Facultad de Medicina de la Corte, un médico más que ayudase al único que existente en la población, y cuyos auxilios eran insuficientes para atender a tan numeroso vecindario (en esta época, la población de Madridejos debió superar los 5.000 habitantes).

Así, el Alcalde de Madridejos dirigió una comunicación a don Julián García de Juan Pérez,  Presbítero y Doctor de Berna, ciudad de donde era natural y en la cual residía, autorizándole para la asistencia facultativa de los coléricos de Madridejos. Después de unos días asistiendo a los enfermos, Julián García envió un oficio al ayuntamiento manifestándole la imposibilidad de continuar socorriendo a los enfermos ante la prohibición del Juez de primera instancia, pues el título de doctor que poseía le había obtenido cursando estudios de medicina y cirugía en Francia, y para ejercer en España no lo tenía rehabilitado, no teniendo así la autorización legal para ejercer como médico en nuestro país. No obstante, a pesar de ello y debido a la mala situación en que se encontraba Madridejos y su vecindario asolado por la epidemia de cólera, el Ayuntamiento, de acuerdo con los mayores contribuyentes, optó por dejar que ejercer como médico a Julián García permitiéndole visitar a los enfermos que solicitaran sus auxilios.

La cosa no quedó ahí, pues el Juez pidió al Gobernador Provincial autorización para procesar al Alcalde y concejales pues había incurrido en desacato a la autoridad al permitir el ejercicio de médico sin contar con el título de Medicina y Cirugía obtenido en una facultad no española habilitado y homologado. Dicha autorización que le fue negada por considerar el Gobernador que él era el que tenía competencias para corregir al Ayuntamiento, no el juez, como éste solicitaba.

El Gobernador de la provincia, ante lo ocurrido, prohibiría que D. Julián García continuara asistiendo a los enfermos; y, a su vez, ordenó al Secretario del Gobierno, D. Francisco de Carranza, que se encontraba visitando los pueblos de la Mancha invadidos por el cólera, se pasará por Madridejos para comprobar el estado de la localidad.  Acompañado por  el médico titular de la localidad y Julián Pardo, médico y cirujano titular de Toledo, recorrería las casas de los enfermos invadidos por el cólera, que junto otros vecinos, le trasladaron su malestar por la prohibición de que les pudiera asistir D. Julián García. A pesar de las continuas suplicas para que se le diera autorización para que éste pudiera de nuevo asistir a los enfermos, la petición sería desatendida pues no se podía incumplir la ley, a pesar de estar ante un caso de suma gravedad como este.

Estos sucesos se recogen en la Gaceta de Madrid, del 31/08/1855 y en la prensa madrileña del momento: El periódico, del 20 de agosto, La Iberia, del día 21, y Las Cortes, del 25 del citado mes. La Gaceta de Madrid, del 01/02/1860, a su vez, recoge el informe de las Secciones de Estado de Gracia y Justica en el que considera que no son aplicables a la Corporación municipal las penas solicitadas por el juez de primera instancia de Madridejos.

La invasión y epidemia del cólera terminaría en Madridejos a finales del mes de septiembre, como se desprende de una nota recogida en el libro de defunciones de la Parroquia del Salvador, donde el día 25 de septiembre hay registrado el fallecimiento de una mujer, debajo de cuyo nombre figura la siguiente inscripción: “última del cólera”.

                                    Julio Tendero Rosell